La industria del cuero y los cordobanes en Ciudad Rodrigo

centrode octubre 14, 2013 0
La industria del cuero y los cordobanes en Ciudad Rodrigo

Dentro de las manufacturas producidas por los artesanos en Ciudad Rodrigo durante el Antiguo Régimen cobraron justa fama las relacionadas con la industria del cuero, en especial los cordobanes. Su calidad era reconocida por propios y extraños y eran comparables a las lanas de Segovia, las sedas de Granada, los linos y cáñamos de Andalucía o el hierro y cobre de Vizcaya.

En la Península, tanto el cordobán como el guadamecí tiene su origen en la España musulmana, pues fueron introducido por los árabes a partir del siglo VIII. La capital andalusí, Córdoba, de donde toma el nombre el cordobán, fue un gran centro productor del trabajo de la piel, junto con Sevilla, Toledo, Barcelona, Valencia etc[1]. Junto con el guadamecí (piel de carnero curtida), el cordobán se hace sobre piel de cabra; ambos constituyen las dos modalidades del trabajo artístico del cuero. En el caso del cordobán, el cuero se decoraba y ornamentaba con motivos repujados o grabados, a veces pintados y recamados de oro y plata; el cordobán se utilizaba en la fabricación de guantes, zapatos, sillas de montar, estuches y recubrimiento de muebles (arquetas, cofres, baúles, asientos y respaldos de sillones…) y debía su fama a su duración y elasticidad[2].

El primer trabajo de la piel era el curtido. En Ciudad Rodrigo se hacía en las distintas tenerías dispersas por la ciudad, pero que se concentraban principalmente extramuros, entre la muralla y el río Águeda, por la parte del mediodía. Aunque en la ciudad hubo varias tenerías y fábricas de curtido, sólo una parte de las pieles eran destinadas al fino trabajo de elaboración de cordobanes. En varios casos, era la ciudad la que entregaba los solares a particulares para la instalación de las tenerías[3].

Al menos desde el siglo XV, el concejo de Ciudad Rodrigo ejerció un proteccionismo del sector de la piel, ordenando que los carniceros sólo pudieran vender fuera los cueros una vez estuviera abastecida la ciudad. Esto también afectaba a los recatones y curtidores a los que se prohibía la venta fuera de la ciudad sin la autorización del concejo[4]. De especial interés para la ciudad tuvo la decisión de los Reyes Católicos, expedida en Valladolid el 21 de agosto de 1475, por el que concedían a los habitantes de la ciudad y a sus arrabales el privilegio de celebrar un mercado franco los martes de cada semana. Entre los productos del país libres de alcabalas y otros tributos se señalaban también los cueros[5]. Las ordenanzas que fue dando el concejo se ocupó con frecuencia de los trabajos relacionados con la piel. Así, en 1604, se ordenaba que los curtidores y zapateros vendieran la suela enjuta y no la cortaran ladeada y que en los zapatos echaran las palmillas de suela y baqueta[6].

A Antonio de Brunel, que viajó por España hacia 1665, debemos una de las alabanzas de estos productos mirobrigenses. En el capítulo XXXVIII de Diario del viaje de España escribe: “Las más excelentes materias de todas las telas, las lanas de Segovia, las sedas de Granada, los cordobanes de Ciudad Rodrigo, los linos y los cáñamos de Andalucía, el hierro y el cobre de Vizcaya, los despojos de su ganado, de su terruño y de sus minas, deberían llenar las ciudades de artesanos de las mejores fábricas de Europa[7].

En el siglo XVIII parece que la industria había entrado en crisis. Hacia 1788 el corresponsal de Ponz (lo era el canónigo D. Ramón Pascual Díez) informaba que: “la fábrica más considerable era la de curtidos, de cuyos cordobanes y otras pieles se surtió gran parte del Reyno, y los buscaban los Extranjeros, como los mejores de Europa”. Sin embargo, en su tiempo quedaba una sola tenería  de las muchas que tuvo la ciudad: “… y yo he reconocido ruinas de ellas que llegaban hasta un cuarto de legua de la ciudad[8].

A mediados de esa centuria, el gremio de curtidores, llamado de la Rivera, estaba compuesto por tres personas; consumía al año 1.215 cueros grandes para baquetas y suela, 260 para cordobanes y badanas, según informaron los maestros curtidores Lorenzo Baquero y Francisco Ledesma[9] al intendente don José Joaquín de Vereterra, encargado de hacer el interrogatorio para el Catastro de Ensenada[10]. En ese momento (1751) había cuatro maestros curtidores: Francisco Acosta, y Francisco, Juan y Diego Carrera (estos tres últimos seguramente miembros de una misma familia). Tales maestros no contaban con oficiales ni aprendices, sino que “componen y aderezan el material que se les encarga, por lo que se les considera de jornal a cada uno de los referidos, por cada día de los ciento y ochenta útiles del año, quatro reales de vellón”; además, se dedicaban al trato de los cueros, cinco personas: Sebastián Núñez, Felipe Montes, Lorenzo Baquero, Pedro Romero, Pedro Sánchez y Francisco Sánchez. De ellos tres eran oficiales. Unos trabajaban en su propia tenería, caso de Baquero y otros lo hacían en otras de la ciudad. El intendente informaba:

Que todos componen un mil ciento sesenta y cinco cueros grandes y las expresadas cinquenta baquetas en blanco; y hecha la quenta del menudo gasto de cal, casca, zumaque y demás necesario, y regulado el más gasto que tienen de oficiales para emparejar, labrar y curtir la suela, baqueta, cordobán y badana, y computado con el menos gasto que tienen los cueros para suela, unos con otros regulan puede resultar de utilidad dichos menudos gastos, a cada uno de los que tratan y maestros curtidores de la Rivera, veinte reales vellón por cada cuero grande de suela, a que para esta quenta ban reducidos a ellos los cordobanes y badanas; y a dicho respecto, monta la utilidad anual de dichos un mil ciento y sesenta y cinco cueros veinte y tres mil y trescientos reales vellón; y la dichas cinquenta baquetas en blanco, deducido el gasto de teñirlas, las regulan a seis reales cada una de utilidad, que montan al año trescientos reales vellón; y que a los referidos Pedro Romero, Pedro y Francisco Sánchez les regulan que trabajan de oficiales pro piezas en otras tenerías ciento y ochenta días por año y, a cada uno, tres reales vellón de jornal en cada uno de dichos días…”[11]

También en el interrogatorio que se hizo en el partido de Ciudad Rodrigo hacia 1769 durante el reinado de Carlos III – cuestionario dirigido a preparar la repoblación de determinadas regiones del país-, se constata dentro de las fábricas dispersas por el distrito del Corregimiento, las de curtidos de suela, cordobanes, baquetas y badanas de Ciudad Rodrigo, así como otras en Monsagro y Villavieja, que empleaban a 48 trabajadores[12]. La fábrica de Ciudad Rodrigo, que empleaba a 12 o 14 personas, la mantenían tres vecinos que constituían el gremio[13]. La de Monsagro la sostenían también tres vecinos, aunque estaba “bastante decaída”. La más numerosa, en cuanto al número de empleados era la de Villavieja, que tenía 30 trabajadores; para el curtido de las pieles utilizaban las aguas de diferentes pozos, arroyos y del propio río[14].

Dichos productos, juntos con otros de la tierra, se comercializaban en las dos ferias de la ciudad, tanto en el Botijero (segunda semana de Cuaresma) como en la de Mayo (domingo, lunes y martes antes de Pascua del Espíritu Santo), así como en los mercados semanales que se celebraban todos los meses del año[15].

El concejo mirobrigense velaba por la calidad de los cueros, como se desprende de las Ordenanzas aprobadas en 1780. Así, prohibía la venta de cueros mal curtidos, los cuales debían ser inspeccionados por los veedores y marcados con “el errete para que se conozcan, y de lo contrario pena de 600 mrs.”. Los veedores tenían la misión de visitar tanto las tenerías como las zapaterías y tenían que comprobar la calidad del producto. Las Ordenanzas disponían: “Que vean si los Cueros son buenos, y tienen quatro manos de cuchillo y su Adobo entero”. Debían asimismo vigilar que no se hicieran “menos de medios cueros, sin hacer lomos” y no consentir que se vendiera ningún cuero sin llevar el herrete[16].

Los conflictos armados debieron incidir negativamente en las industrias de la ciudad, como se pone de relieve en el censo de 1813, realizado poco después de los dos sitios. El sector de los cueros y las pieles ocupa a 36 personas; claro que aquí hay que incluir también no sólo a los curtidores sino también a los zapateros[17]. Hacia mediados de siglo XIX (1854) trabajaban en el sector 75 personas, pero de los cuales 70 eran zapateros, con lo que se deduce que la decadencia en el curtido de las pieles continuaba[18]. Esta era prácticamente la única producción industrial de la ciudad. Junto con la fabricación de paños gruesos, mantas y costales, había dos fábricas dedicadas al curtido de las pieles[19]. Parte de la decadencia del país se explicaba por la escasez y las malas comunicaciones. El corresponsal de Madoz escribía: “Este país, de que tantas mejoras es susceptible, se encuentra en el mayor estado de decadencia; su estado actual es casi el mismo en que quedó al terminarse las guerras de sucesión. Ningún camino cuenta que conduzca á punto determinado, y de tantos ríos como le cruzan no tiene mas que un solo puente y una via directa para los correos, sin que el que llega á Ciudad Rodrigo pueda alargarse á Extremadura, Portugal ni Zamora; de aquí la paralización de sus producciones y la consiguiente decadencia en la agricultura y comercio: con buenas vias de comunicacion, esta parte del territorio confinante con Portugal, seria tan rica como cualquiera otro de la nación[20].

Otros testimonios achacan el mal estado de la industria y del comercio también a la falta de comunicaciones, al tiempo que ponían su esperanza en la apertura de las nuevas vías. Así, J. Vázquez de Parga escribe hacia 1885:

La industria y el comercio de este partido se halla en lamentable estado, debido sin duda á la falta de comunicaciones, lo mismo con el interior de España, en cuyo límite occidental se encuentra, que con el vecino reino de Portugal. Es de esperar que con las nuevas vías que se están abriendo hoy, tome más incremento y que sus productos vayan á animar otros mercados y los suyos sean más concurridos”.[21]

 Entre su escasa producción industrial, cita el autor de la Reseña de Salamanca y su provincia, la “fabricación de paños burdos, mantas y costales para granos, fábricas harineras, de curtidos y talleres de construcción de carros”.[22]

 A mediados del XIX continuaba también la producción de curtidos en Monsagro y en Villavieja[23]. Sin embargo, la de Monsagro desapareció a principios del siglo XX[24].

Por su parte, la producción de curtidos en Ciudad Rodrigo se mantuvo durante el siglo XX, pero en franca decadencia. En1950 trabajaban en el sector de cueros y pieles 66 personas (incluyendo, claro está, los zapateros)[25].

             El barrio de las Tenerías fue gradualmente perdiendo su función. Las ordenanzas municipales de 1904 catalogaban como industrias insalubres, entre otras, las relacionadas con el curtido y las pieles frescas y, por eso, se prohibía su establecimiento dentro de la población[26]. Claro está que, seguramente, el concepto de interior se reservaba a la población intramuros, pues, aunque en franca decadencia, industrias de curtido se mantuvieron en los arrabales durante buena parte de la vigésima centuria.

José Ignacio Martín Benito

[1] J. FERRANDIS TORRES, Cordobanes y Guadamecíes. Catálogo ilustrado de la Exposición. Madrid 1955. Sociedad Española de Amigos del Arte, pp. 22-33.

[2] A. SOLER i COLOMER, “El cordobán y el guadamecí”, en El Arte en la piel. Catálogo de la exposición de la Fundación Central Hispano, 8 de octubre-30 de noviembre de 1998, pág. 33 y J. RIVERA et alii, Manual de técnicas artísticas. Madrid 1997. Ed. Historia 16, pp. 251-252. Entre la bibliografía sobre los cordobanes, cabe citar, además de la obra de FERRANDIZ TORRE, Op. cit. las de S. ALCOLEA, Artes decorativas en la España cristiana (hierros forjados y bronces. Orfebrería y esmaltes. Muebles y artesonados, cordobanes y guadamecíes, marfiles y azabaches. Tejidos, tapices y alfombras. Bordados. Ars Hispaniae. Vol. XX Plus Ultra, 1975. Asimismo, de manera más monográfica el Catálogo-guía: Exposición de cordobanes y guadamecíes. Madrid, mayo-junio 1943. Sociedad Española de Amigos del Arte;; M. NIETO CUMPLIDO, Cordobanes y guadamecíes de Córdoba. Córdoba 1973 y C. AYCART, “Los cueros artísticos: cordobanes y guadamecíes”. Revista de Folklore. Valladolid 1981, pp. 11-17.

[3] Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo. Sección 10, sub, 1, serie 3. nº caja 199, docs. 7 y 8. Copia de escritura de pensión de 5 maravedíes cada año contra Francisco de Alcalá y sus herederos sobre una tenería que esta ciudad el dio, año 1515 y escritura de 5 maravedíes de pensión contra Juan Garzón y sus herederos sobre un solar que le dio la ciudad para hacer tenería, ante Fernando de Chaves, 16 d enoviembre de 1515. Agradezco esta información a Tomás Domínguez Cid.

[4] A. BERNAL ESTÉVEZ, El concejo e Ciudad Rodrigo y su tierra durante el siglo XV. Salamanca 1989, pág. 396.

[5] J. L. MARTÍN, El Martes Mayor de Ciudad Rodrigo. Centro d estudios Mirobrigenses. Salamanca 1992, pág. 28.

[6] Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo. Sección 11. Ordenanzas Municipales. Sub 1, serie 1, caja 201.

[7] J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Salamanca 1999, Vol. V, pág. 360.

[8] A. PONZ, Viage de España. Tomo XII. Madrid 1788, pág. 353.

[9] En el momento de hacer el interrogatorio era “maestro de obra prima”, pero antes había tratado en el gremio de curtidores.

[10] Ciudad Rodrigo 1750, según las Respuestas Generales el Catastro de Ensenada.  Madrid 1990, pág. 112.

[11] Ciudad Rodrigo 1750, según las Respuestas Generales el Catastro de Ensenada.  Madrid 1990, pp. 113-114.

[12] Departamento de El Bastón de la muy noble y muy leal ciudad de Ciudad Rodrigo. Año de 1770. Madrid, 1929, pp. 15,19 y 20. Reed. Provincia de Salamanca, nº 2, marzo-abril 1982, pp. 247, 251 y 252.

[13] Ibidem, pág. 273 de la reed.

[14] Departamento de El Bastón de la muy noble y muy leal ciudad de Ciudad Rodrigo. Año de 1770. Madrid, 1929, pp. 147 y 157-158. Reed. Provincia de Salamanca, nº 3, mayo-junio 1982, pp. 221 y 232-233.

[15] Departamento de El Bastón de la muy noble y muy leal ciudad de Ciudad Rodrigo. Año de 1770. Madrid, 1929, pág. 45. Reed. Provincia de Salamanca, nº 2, marzo-abril 1982, pp. Ibidem, pág. 277 de la reed.

[16] Ordenanzas municipales de 1780. En D. NOGALES DELICADO, Historia de Ciudad Rodrigo. Madrid 1982, pág. 173.

[17] J. RODRÍGUEZ ARZÚA, “Geografía urbana de Ciudad Rodrigo”. Estudios geográficos. XXIV, 92. Madrid 1963, pág. 422.

[18] J. RODRÍGUEZ ARZÚA, “Geografía urbana de Ciudad Rodrigo”. Estudios geográficos. XXIV, 92. Madrid 1963, pág. 423 y 424.

[19] P. MADOZ, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850). Salamanca. Valladolid 1984, pág. 110.

[20] Ibidem, pág. 110.

[21] J. VÁZQUEZ DE PARGA Y MANSILLA, Reseña Geográfica-histórica de Salamanca y su provincia. Salamanca 1885, pág. 76. Reed. Facsímil Librería Cervantes 1994.

[22] Ibidem, pág. 76 y cfr. pág. 81.

[23] P. MADOZ, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850). Salamanca. Valladolid 1984, pp. 161 y 278.

[24] C. SÁNCHEZ AIRES, Breve Reseña Geográfica, Histórica y Estadística del partido judicial de Ciudad Rodrigo. Ciudad Rodrigo 1904, pág. 192.

[25] J. RODRÍGUEZ ARZÚA, “Geografía urbana de Ciudad Rodrigo”. Estudios geográficos. XXIV, 92. Madrid 1963, pág. 425.

[26] Ordenanzas municipales para Ciudad Rodrigo y su término. Imprenta Vda. E hijos de Cuadrado. 1904. Art. 346, pág. 74 y apéndice, pp. 90-91.

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