Moriscos en Ciudad Rodrigo. Persecución tras la expulsión

centrode abril 11, 2013 0
Moriscos en Ciudad Rodrigo. Persecución tras la expulsión

José Ignacio Martín Benito

 

Publicado en:
VIII Simposio Internacional de Mudejarismo. Actas.
Volumen II, Teruel, 2002, pp. 697-719.

Introducción

Después del forzoso desplazamiento de la población granadina tras la guerra de Las Alpujarras de 1570, quedaron repartidos por Castilla buen número de moriscos, recalando en Ciudad Rodrigo unas cincuenta familias. La iglesia civitatense, en especial en el pontificado de Martín de Salvatierra, intentó su integración religiosa con decretos sinodales. A pesar del confinamiento, algunos lograron dispersarse hacia otros lugares, tanto de Castilla como de Portugal. Tras el decreto de expulsión de 1610, una parte de los moriscos se quedó o retornó, por lo que la Corona publicó varios bandos destinados al prendimiento de sus personas y al embargo de sus bienes. Todavía en 1616 llegaban a Ciudad Rodrigo aquellas órdenes y el corregidor se apresuró a ejecutarlas.

Antecedentes. Moriscos en el siglo XV

Apenas si tenemos datos de la minoría mudéjar o, en su caso, moriscos antiguos. Los testimonios documentales son muy escuetos. En 1466 la reina doña Juana se dirige al concejo de Ciudad Rodrigo para que les libren las rentas de las alcabalas y tercias recaudadas por Gil Ferrández, “con todos los maravedís que montan e montaren la cabeça del pecho de los judíos e moros de esa dicha mi çibdad e su tyerra….”. En el padrón de 1486, en la colación de San Juan con el barrio de Carniceros se cita a un tal “Talavera, moro”, que estaba entre los pecheros medios con 40 mrs. y en la colación de San Benito vivía “La Moranta”, con un pecho de 15 mrs. Poco más explícito es un nuevo padrón, elaborado por las mimas fechas, que recoge en la colación de la Rinconada y San Benito a “Pedro, marido de Francisca, La Moranta” y a “Pedro, hijo de Marina La Moranta” y en la calle de Diego Ruvio a “Isabel La Moranta”[1]. En 1492, el testimonio de Juan Pacheco ‑en favor de la restitución del buen nombre, de su suegro, Diego Álvarez, quemado por la Inquisición un año antes en Auto de Fe‑ alude a “Gaspar Triana, morisco conbertido, que de antes se llamaba Hudava…”[2].

Moriscos en el siglo XVI

El Sínodo de 1592 incluía una constitución que tenía como objetivo la integración religiosa de la minoría morisca que, después de la Guerra de las Alpujarras (1568‑1570), había sido repartida por Castilla. Las autoridades no fueron muy celosas en el cumplimiento de lo contenido en las pragmáticas sobre el control de la población deportada, pues muchos moriscos cambiaron su residencia y marcharon a otros lugares. Por ello, en 1583 el rey ordenaba al corregidor de Ciudad Rodrigo que no diera licencia para cambiar de lugar a los moriscos que habían sido repartidos en la ciudad y lugares de su tierra y jurisdicción; se pretendía con ello evitar el deambular errante de parte de la población morisca, a la que se achacaba “muchas muertes, robos y salteamientos y otros delitos”[3]. Una nueva partida de moriscos, compuesta por 269 personas, llegó a Ciudad Rodrigo después de un largo viaje desde las tierras de Andalucía Oriental, conducidas por el comisario Bartolomé Portillo de Solier[4]. En la ciudad del Águeda fueron confinadas unas cincuenta familias granadinas, procedentes de Huéscar, La Puebla, Castril, Baza, Vera, Purchena, Orce, Los Vélez y Murcia…[5]. En 1589 había en la diócesis civitatense 171 moriscos que se asentaban en Ciudad Rodrigo (129), Lumbrales (28) y Retortillo (13)[6]. La desconfianza sobre su sincera conversión y de cumplir por lo tanto con las prácticas de la religión cristiana estaba presente en los sectores eclesiásticos. Así, en el Libro Primero, título 7 De supplenda negligentia, capítulo 2º, del Sínodo celebrado por Salvatierra se recogía el mandato “que en cada Parrochia donde huviere Moriscos, el cura o su lugarteniente haga una lista de todos ellos, por la qual vea, si oyen Missa, y confiessan: los cuales multen, no lo hacienzo en un real por cada vez, para la lumbre de la Iglesia”.

El Rey estuvo obsesionado por la conversión y cristianización de la población morisca. En 1579 el obispo de Ciudad Rodrigo, Andrés Pérez, informaba a su majestad de que el morillo que le había enviado para adoctrinarle y bautizarle “se va instruyendo en lo necesario para recibir el santo sacramento del baptismo”[7]. Durante los años ochenta la Corona se planteó qué hacer con esta población. Se barajó su expulsión, opinión que mantenía Salvatierra. Si ello no se llevó a cabo fue por la falta de disponibilidad de una flota y de un ejército, pues las fuerzas militares estaban ocupadas en la guerra de Europa[8].

Con población morisca en Ciudad Rodrigo y su interés por la integración religiosa, no debe pues extrañar la inclusión de un capítulo en el sínodo de 1592 sobre esta minoría. Además, no se olvide tampoco que el obispo don Martín de Salvatierra había tenido contacto con los moriscos en las tierras del Levante, primero como inquisidor en Valencia y luego como prelado en Albarracín y Segorbe. En Segorbe intentó reformar las costumbres de la población morisca, y sobre la cuestión escribió y mandó imprimir en 1587 un memorial dirigido a Felipe II. González Dávila dice acerca de esto que “suplica en el acabe con esta gente, declarandola por enemiga del bien publico. Supieronlo los Moriscos, trataron de matarle…”[9]. El obispo era partidario no sólo del destierro sino del exterminio[10].

Por las listas hechas en 1590, 1595 y 1596 sabemos que parte de la población morisca confinada en Ciudad Rodrigo se había ido desplazando, con o sin licencia, a otros lugares: Salamanca, Béjar, Plasencia, Cáceres, Valladolid, Benavente, Sevilla, reino de Murcia… Otros vivían diseminados por la tierra de Ciudad Rodrigo, en villas y aldeas como Pedraza, Lumbrales, Diosleguarde, Peñaparda, Payo…. Algunos marcharon a Portugal, mientras de otros se desconocía su paradero. Varios moriscos que permanecieron en Ciudad Rodrigo acabaron integrándose con la población; fue el caso de algunos miembros del partido de Los Vélez, entre ellos “Juan Ramón, de veinte e cinco años… casado con María Hernández, cristiana vieja desta tierra”[11].

 

Expulsión y persecución de los moriscos en el siglo XVII

La actuación del tribunal de la Inquisición frente a los judeo-conversos en los últimos años del siglo XVI fue el preludio de la intensa persecución que contra esta minoría tuvo lugar hacia 1620 en la frontera y obispado de Ciudad Rodrigo, lo que a la postre supuso la sangría de un grupo económico y social que buscó en la emigración extranjera una salida a la presión interna[12]. Poco antes, además, había tenido lugar la ejecución de los bandos sobre la expulsión de los moriscos, lo que hacia 1616 derivó en la ciudad en el encarcelamiento y procesamiento de personas acusadas de formar parte de esta minoría.

Ya vimos como el obispado y Tierra de Ciudad Rodrigo fueron confinados varios contingentes de población morisca granadina y que el sínodo de 1592 incluyó una constitución persiguiendo la integración religiosa. No parece que el edicto de expulsión para el reino de Castilla dada en 1610 tuviera un efecto total y directo en Ciudad Rodrigo. Buena parte de los moriscos buscaron certificaciones del obispo de ser buenos cristianos y eludieron así el exilio. De este modo, el conde de Salazar informaba que “en esta çiudad se an quedado 16 casas que avia en ella y su jurisdiccion con ynformaçiones de ser buenos cristianos, despues de aver pedido comisario para que los llevasen por carta del corregidor”[13].Otros, sin embargo, debieron marchar, pues en el apresamiento de 1616 el fiscal Juan del Arroyo denunciaba que a la ciudad se habían vuelto muchos moriscos de los que fueron expulsados.

La cuestión morisca no quedó saldada. Entre 1612 y 1614 se publicaron nuevos edictos. Dado que muchos se quedaron o regresaron, la Corona volvió a publicar varios bandos y reales órdenes destinadas al prendimiento de sus personas y al embargo de sus bienes.

En abril de 1616, el presidente del Consejo de Castilla enviaba una carta al corregidor de Ciudad Rodrigo recriminándole el poco celo que se había tenido en el distrito en lo tocante a la expulsión de los moriscos: “Su magestad a entendido que al distrito de ese corregimiento se an vuelto y quedado muchos moriscos, sin que vuestra merced ni sus ofiçiales les hayan fecho demostraçion alguna con su castigo…”. El corregidor actuó ahora diligentemente. Ese mismo día dictó autos de prisión contra seis personas acusadas de ser moriscos, cinco de ellas vecinas de la ciudad y otra del lugar de Peñaparda, al tiempo que mandó pregonar en la plaza mayor de la ciudad un bando para que los que supieren de moriscos lo declararan[14]. La mayor parte de ellos fueron apresados y llevados a la cárcel real de la ciudad, contra los que algunos recurrieron, alegando ser cristianos viejos. Sin embargo, el fiscal les acusaba de haber falsificado sus cédulas:

“Juan del Arroyo fiscal de su magestad … digo que a esta çiudad se an buelto muchos moriscos los que fueron echados con los demas que salieron de esta çiudad por se aber aberiguado ser tales moriscos y aber pagado su rrepartimientos y farda con los demas sus compañeros y al presente an sido los que se an buelto los moriscos siguientes: Bartolome Hernandez, melonero, morador a Santa Clara; Francisco Garçia, xardinero en la guerta de don Fernando; Hernando Lopez, çapatero, morador en la calle de Ruesga en larrabal desta çiudad; Juan Lopez, cantero, morador a la iglesia mayor. Y estos tales fueron presos con otros consortes que se allaron aber quedado en la jurisdiçion de esta çiudad y mostraron sus informaçiones de cristianos biexos las quales fueron fechas con siniestra rrelaçion y algunos dellos se dieron por libres y lo apele de todo lo proçesado para ante el rrey nuestro señor por constarme aber sido sus ynformaçiones y echas sin parte y ser tales moriscos…”.

Los moriscos granadinos que se habían quedado en Ciudad Rodrigo alegaron ser cristianos viejos. Algunos, incluso, para impedir la expulsión alegaban tener privilegios del tiempo de los Reyes Católicos. Fue el caso de Diego Hernández Albuntari y Fiñán, criado -despensero- del obispo de la ciudad D. Jerónimo Ruiz de Camargo; el citado Diego fue hecho preso en la redada de abril de 1616. Anteriormente, Diego Fiñán había sido apresado en varias ocasiones en Ávila, acusado de ser morisco, a lo que respondió eximiendo cédula que le acreditaba ser cristiano viejo, bisnieto de Luis Fernandez Alguntari, caballero moro de Zújar en la jurisdicción de Baza, el cual en 1501, junto a otros doce caballeros, se habría hecho cristiano, siendo exento por los Reyes Católicos de toda contribución morisca. Probablemente Diego Fiñán acudió a Ciudad Rodrigo entre marzo y noviembre de 1615 escapando de la presión en que se veía envuelto en Ávila, donde había conocido al obispo civitatense, cuando este fue canónigo magistral de aquella catedral entre 1594 y 1613[15]. El magistral había intercedido por él con motivo de la expulsión de 1610, ayundándole a conseguir certificación de ser buen cristiano[16]. Es probable que, ahora en Ciudad Rodrigo, el obispo intercediera de nuevo por su criado, pues al mes de su prisión, y a propuesta del arzobispo de Burgos, fue sacado de la cárcel y entregado en fianza y para su custodia al prelado. Al menos otros tres apresados lograron también ser puestos en libertad bajo fianza, después de recurrir ante el corregidor y ante el conde de Salazar, encargado de dirigir la expulsión. Fue el caso de Bartolomé Hernández y Francisco García, vecinos de Ciudad Rodrigo y de Juan de Herrera, vecino de Peñaparda y natural de Alba de Tormes.

Socialmente eran individuos que se dedicaban a la agricultura o al artesanado. A la relación de los mencionados por el fiscal Arroyo que ejercían oficios de melonero, jardinero, zapatero y cantero, junto con Diego Fiñán, despensero, hay que añadir a Juan de Herrera, labrador en Peñaparda. Algunos de estos moriscos figuran en las relaciones que se hicieron en 1595 y 1596, como del partido de los Vélez, caso de Bartolomé Hernández y Juan y Hernán López, que habían casado con cristianas viejas, al igual que Francisco García, del partido de Huéscar[17].

Notas:

[1] Mª F. García Casar, Fontes Iudaeorum Regni Castellae. El pasado judío de Ciudad Rodrigo. (Salamanca 1992, 80 y 82, doc XXVI/1 y 107‑108, doc. XXVI/2).

[2] F. Sierro Malmierca, Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo (Salamanca 1990, 40).

[3]A.M.C.R. Grupo 36, caja 1, doc. 22. Real cédula dada en Aldea Gallega, el 14 de febrero de 1583, dando orden sobre tener en custodia en estos reinos a los moriscos.

[4] H, Lapeyre, Geografía de la España morisca (Valencia 1986,156).

[5] Se conservan listas de moriscos, elaboradas por el corregidor de Ciudad Rodrigo en los años 1590, 1595 y 1596, contemporáneas por lo tanto del pontificado de don Martín de Salvatierra. F. Sierro, Op. cit. (Salamanca 1990, 49‑63).

[6] H, Lapeyre, Geografía de la España morisca (Valencia 1986,164- 165).

[7] A.G.S. Patronato Eclesiástico, Leg. 136.

[8] H. Kamen, Felipe de España (Barcelona 1998, 229). Una opinión similar, al abordar los inconvenientes políticos de la expulsión, comparten R. Benítez y E. Císcar, “Conversión y expulsión de los moriscos”. En R. García Villoslada (dir), Historia de la Iglesia en España. IV. La Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII. B.A.C. (Madrid 1979, 303).

[9] G. González Dávila: “Teatro Eclesiástico de la iglesia de Ciudad‑Rodrigo…”, Theatro eclesiástico de las ciudades e iglesias catedrales de España. Vida de sus obispos y cosas memorables de sus obispados. Tomo I. (Salamanca 1618, 42).

[10] “..esta gente se puede llevar a las costas de los macallaos y de Terranova, que son amplisimas y sin ninguna población, donde se acavaran de todo punto, specialmente capando los masculos grandes y pequeños y las mugeres; llevando un año los del Reyno de Valencia a una parte, y otro los de Aragon a otra, y otro los de Castilla a otra”. P. Boronat y Barrachina: Los moriscos españoles y su expulsión. Vol. I. (Valencia 1901, 612‑634).

[11] F. Sierro, Op. cit. (Salamanca 1990, 49‑63).

[12] P. Huerga Criado, En la Raya de Portugal (Salamanca, 1993).

[13] Informe del conde de Salazar sobre la expulsión de los moriscos de Castilla, 4 de enero de 1611. A.G.S., Estado, leg. 235. En H, Lapeyre, Geografía de la España morisca (Valencia 1986,312).

[14] Esta y las siguientes informaciones en A.M.C.R. Grupo 36, Caja 1, doc. 21.

[15] Sobre el pontificado de Ruiz de Camargo nos informa su contemporáneo G. González Dávila en su Theatro eclesiástico.. .Op. cit. (Salamanca 1618, 43-44).

[16] S. de Tapia Sánchez, La comunidad morisca de Avila. (Salamanca 1991, 384).

[17] F. Sierro Malmierca, Op. cit. (Salamanca 1990, 53-63).

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