El Obispo Diego de Muros (1487-1492)

centrode octubre 14, 2013 0
El Obispo Diego de Muros (1487-1492)

Introducción

            Uno de los primeros sínodos de los que se tiene noticia en Ciudad Rodrigo fue el celebrado durante el pontificado de Diego de Muros, que fue obispo de esta diócesis entre 1487 y 1492. Su pontificado, contra lo que supone M. Hernández Vegas[1], fue bastante accidentado, pues mantuvo serias disputas en el seno de su Iglesia, tanto con el deán como con el cabildo, así como con los dominicos de la ciudad y de la diócesis. Tampoco las relaciones con sus vasallos de las villas del señorío episcopal (Hinojosa, Lumbrales, Fregeneda…) fueron mejores; antes bien, mantuvo con ellas y sus vecinos serios enfrentamientos, al igual que con los de Sobradillo y Boada. Durante su episcopado se ejecutó el célebre y descarriado retablo de la capilla mayor, obra del pintor Fernando Gallego.

Diego de Muros, obispo de Tuy

            La existencia de varios obispos con este mismo nombre dio pie a confusiones historiográficas que se encargó de aclarar M. Risco. Según el agustino, don Diego habría nacido en 1410 en la villa de Muros, en el reino de Galicia; fueron sus padres Diego Rodríguez de Muros y Leonor de Vivero[2] .

Antes de su llegada a Ciudad Rodrigo, Diego de Muros había sido titular de la mitra de Tuy. Flórez lo coloca al frente de esta iglesia entre 1472 y 1487. Era también fraile y comendador del convento de la Merced en Guadalajara; fue asimismo Provincial de los monasterios mercedarios de los reinos de Castilla y Portugal y abad perpetuo del monasterio de Santa María de Sobrado[3]. Desde 1480, por decisión del Papa, fue abad del cenobio benedictino de San Martín, en Santiago. Desempeñó también el cargo de oidor en la Chancillería de Valladolid[4]. Su episcopado se vio envuelto en las luchas que mantuvo contra el conde de Camiña, Pedro Álvarez de Sotomayor, que tenía ocupada varias villas y ciudades, entre ellas la propia Tuy y La Guardia –en el obispado tudense- junto con Vigo, Redondela y Pontevedra –pertenecientes a la mitra compostelana-, por lo que el arzobispo Alonso de Fonseca y el obispo Diego de Muros firmaron un concierto de alianza y amistad para socorrerse contra Pedro Madruga[5]. De nuestro prelado y de su azaroso pontificado se ocupó Fray Prudencio de Sandoval en el episcopologio que hizo de la iglesia de Tuy[6]. Por su parte, Gil González Dávila refiriéndose a su persona dice que “padeció infinitos trabajos de gente poderosa en su obispado, afrentas, prisiones, denuestos, y solo falto el cuchillo…”; sus enemigos “le tuvieron preso, y le dieron en Portugal por carcel una jaula, y le cargaron de hierro. Bolvio despues de todas estas tormentas a su Iglesia vitorioso, y diosele para morir con descanso la Iglesia de Ciudad-Rodrigo[7]. Sin duda se refiere Dávila a las luchas que mantuvo con el conde de Camiña, que le ocasionaron estar privado de su obispado durante buen tiempo. También Sánchez Cabañas se refiere a las dificultades que atravesó el prelado, aludiendo asimismo a la prisión en Portugal “donde estuvo quinze meses en jaula y en prisiones[8]. Tanto González Dávila como Sánchez Cabañas se hacen eco del propio testimonio de Diego de Muros en el sínodo que celebró en Tuy en 1482 (título II): “E aun viniendo una vez en tiempo de la guerra pasada entre Castilla e Portugal, a esta nuestra cibdad, por la librar e tornar al señorio de la yglesia, fuemos preso e llevado a Portogal, donde estovimos preso quince meses en jaula e en fierros, donde padecimos muchos trabajos![9]. En efecto, don Diego fue hecho preso por el salmantino Pedro de Mendaña, el “alcaide de Castronuño” y, a la sazón, frontero mayor de Barcelos[10]. Liberado del cautiverio portugués viajó como embajador castellano a Roma en 1479, ante el Papa Sixto IV. A su regreso recuperó la sede tudense y al poco tiempo celebró sínodo diocesano. Sin embargo, las rivalidades con Pedro Madruga continuaron. Don Diego fue nuevamente preso por los hombres del conde de Camiña, los cuales “echaron fuego a la casa del obispo (en Bayona)… y le sacaron preso por la barba encima de una mula, o macho, y traianlo de monte en monte y de val en val y de fortaleza en fortaleza[11]. Liberado el obispo, el conde huyó a Portugal y regresó a Castilla por Alba de Tormes, donde murió en nunca esclarecidas circunstancias.

Llegada a Ciudad Rodrigo 

            La llegada de Diego de Muros a Ciudad Rodrigo responde, en realidad, a un trueque de obispado. En 1485 quedó vacante la silla civitatense por muerte de su titular don Alfonso de Paradinas[12]. La Santa Sede nombró para sustituirle al mallorquín micer Pedro Beltrán, oficial de la Curia. Pero esta decisión se había tomado a espaldas de los Reyes Católicos. Con ocasión de ello, en diciembre de ese mismo año, los monarcas dieron una provisión al deán y cabildo de Ciudad Rodrigo, ordenando que no se publicara ninguna bula pontificia sin la licencia real[13]. La polémica estaba servida. Los Reyes habían pensado en Diego de Muros como titular de la mitra civitatense y, con ese propósito, enviaron a Roma como embajadores al conde de Tendilla y al doctor Medina[14]. En la protesta real se vertían duras acusaciones contra Pedro Beltrán “por haber entendido en favorescer a los erexes y en procurar ciertas bullas exorbitantes en su favor, impidiendo el fruto de la santa Inquisicion”. Los Reyes aconsejaban al Papa que no se le diese al mallorquín ninguna Iglesia, pero que si Su Santidad quería no obstante proveerle con algún obispado, proponían que le sentara en la silla de Tuy y a don Diego en la de Ciudad Rodrigo. El Papa accedió a esto último y el día primero de junio de 1487 fueron preconizados los dos obispos: Pedro Beltrán a Tuy y Diego de Muros a Ciudad Rodrigo[15].

Pontificado civitatense. El sínodo de 1491

            Curtido en la lucha con los nobles gallegos, en especial con Pedro Madruga, y después de haber pasado por varios cargos políticos y religiosos, llegó Diego de Muros a Ciudad Rodrigo en la última etapa de su vida, cuando debía contar 77 años. Durante un lustro, hasta su muerte en los últimos días de diciembre de 1492, ejerció el de Muros su pontificado en Ciudad Rodrigo .

Una de las actuaciones más distinguidas de su episcopado civitatense fue la celebración de un sínodo en 1491, el primero del que tenemos noticia en el obispado. El sínodo tuvo lugar el día de Nuestra Señora de Septiembre y, a decir de Cabañas, fue posteriormente impreso[16]. Lamentablemente no se ha conservado ningún ejemplar de aquel encuentro y sólo conocemos parte de las constituciones sinodales a partir del Sínodo que en 1592 celebró don Martín de Salvatierra[17]. En el libro Tercero, capítulo 4, de estas Constituciones se incluyen nueve de las de Diego de Muros; todas ellas son referentes a los diezmos, legislando sobre los hurtos y fraudes que se producían en la entrega, tanto en la de pan (grano) como en la de los ganados o productos derivados, como la lana o el queso[18].

A pesar de estar alejado de su tierra, don Diego no descuidó sus intereses en Galicia. En enero de 1488 el Consejo ordenaba que el gobernador, justicia y alcaldes mayores de aquel reino protegieran al obispo Diego de Muros en la posesión de la abadía de San Justo de Tojos Outos, si comprobaran que el prelado la poseyera por justos títulos[19]

El retablo de la capilla mayor y el palacio episcopal

Un año después de la llegada del de Muros a Ciudad Rodrigo, Fernando Gallego daba por terminada la pintura del retablo mayor de la catedral, empezado en 1480 y compuesto por unas 47 tablas a decir de Gaya Nuño[20]. En la base del mismo se colocó la siguiente inscripción: “Este retablo mandaron façer los señores deán y cabildo desta yglesia, año de mill y quatroçientos y ochenta. Y acabose año de mill y quatroçientos y ochenta y ocho, siendo obispo don Diego de Muros, deán don Francisco del Águila, chantre don Fernando de Palençuela, arçedianos don Alfonso de Soto y don Bernardino López, maestreescuela don Pedro Gonçález, tesorero don Alfonso Criado, canónigos Juan de Balladolid, Juan Sánchez, Miguel Flórez, Juan Núñez, Fernán Alvarez, Pedro Méndez, Pedro Portillo, Gómez Núñez, Bartholomé Sánchez, Garçi Alonso, Francisco Sánchez, Gonzalo de la Rúa, Alonso de Paradinas[21], Martín de Aspetia, Juan de Silva, raçioneros Andrés de Balladolid, Francisco de Portillo, Alonso de la Vega, Gonçalo de Soria, Pedro Patiño[22].

Cabañas también da la noticia de que nuestro prelado “fue el primero que labró quarto en las cassas episcopales que ahora tienen los obispos para su morada, y allí se ven sus armas que son unos muros coronados de almenas porque antiguamente, como queda dicho, los palacios episcopales estavan en el claustro de la yglesia catedral, pegados a la muralla hazia la parte de setentrión, y allí se ven sus ruinas[23]

Diferencias con el deán y el cabildo y pugna por los beneficios

A su llegada a Ciudad Rodrigo, la ciudad estaba inserta en una lucha de bandos protagonizada por las principales familias, en especial los Águila y los Pacheco[24]. Todo hace pensar que don Diego trató de afirmarse en su nueva sede apoyándose en uno de los principales linajes de la ciudad y optó por los Pacheco. Quizás no le quedó otra opción, pues desde su llegada, y prácticamente hasta el final, el obispo mantuvo serias disputas con el deán de la catedral, don Francisco del Águila, hijo del alcaide y patriarca del clan familiar, don Diego del Águila[25].

Las diferencias entre el deán y el cabildo con el obispo, parece que comenzaron a raíz de un mandato del prelado, que ordenaba la prisión del canónigo Francisco González, acusado de haber falseado un talón[26]. El deán y el cabildo se opusieron, argumentando que el derecho a corregir y castigar a los beneficiados capitulares que delinquieran era potestad suya. La reacción de Muros no se hizo esperar: acusó al deán y al cabildo de desobediencia y el Consejo Real se vio obligado a citarlos. Como árbitros en el conflicto fueron designados el obispo de Ávila, el abad de Husillos y el administrador del obispado de Salamanca.

El asunto hizo que las diferencias entre obispo y cabildo se incrementaran y fueran una constante prácticamente durante todo el pontificado de Diego de Muros. Estas y otras disputas generaron alborotos y altercados, en los que participaron clérigos y legos. Ante estos sucesos, los reyes ordenaron a Antón de Rojas, administrador del obispado salmanticense que llevara a cabo una investigación de los hechos. Rojas ocupó la parte alta y baja de la catedral, lo que llevó consigo la queja de los capitulares, argumentando que no podían ir a la iglesia a celebrar las oras canónicas[27].

Diego de Muros debió recurrir también a la alta jerarquía eclesiástica, ya que el cardenal primado de España y al arzobispo de Santiago pusieron el entredicho o censura eclesiástica. Los reyes pidieron al cardenal que levantara esta sanción, al tiempo que ordenaban a Antón de Rojas que, mientras se hacía la investigación, hiciera salir de la ciudad al deán, beneficiados y clérigos que el administrador considerara para la paçificacion de la dicha çibdad y que se dejara libre la parte baja de la catedral para que se pudieran celebrar los oficios divinos; en cualquier caso, se le ordenaba al mismo tiempo que mantuviera lo alto e fuerte de la dicha yglesia, en previsión, seguramente, de que alguna de las partes aprovechara la torre de la catedral para encastillarla y hacerse fuerte.

El arbitraje del obispo de Ávila, fray Hernando de Talavera, del deán de Sevilla, don Juan de Castilla, y del abad de Husillos, don Francisco Sánchez, logró que se firmara una concordia entre las partes[28]. Pero el conflicto continuó. Todavía en marzo de 1490 los reyes ordenaban que se deshicieran las ligas y monipodios de Ciudad Rodrigo que habían surgido por las disputas entre el prelado y el deán y el cabildo[29].

Durante el pontificado de Diego de Muros, en la diócesis se vivió también una particular disputa por el disfrute de beneficios eclesiásticos, lo que derivó con frecuencia en encastillamientos. No es un caso aislado ni particular de Ciudad Rodrigo, sino que se vivió en toda Castilla. En el obispado civitatense esta pugna afectó al beneficio de la iglesia de la Fuente de San Esteban, que se lo disputaban entre Juan González de Villoria y Juan de Tejada. En la ciudad, los clérigos Fernando Valderas y Diego de Aldana se disputaban el beneficio de la iglesia de San Juan; el primero había recibido la posesión de manos de Diego de Muros. Un caso y otro terminaron con el asalto a la iglesia por la fuerza por la parte pretendiente, con la ayuda de otras personas. Del último caso, puede deducirse un conflicto de jurisdicción entre el obispo, que es quien había dado el beneficio, y la Orden de San Juan, a la que pertenecía la iglesia[30].

Disputas con los dominicos

            Las relaciones con la orden de Santo Domingo tampoco fueron cordiales. Ya en 1489 el Consejo autorizaba al prior y a los religiosos del monasterio dominico a pedir limosnas en el obispado destinadas a la ayuda y reparo de la casa. Diego de Muros se opuso a ello e, incluso, había amenazado con la excomunión a las personas que socorrieran a los frailes y fuesen a oír sus sermones[31].

También en San Felices de los Gallegos el obispo se opuso al levantamiento de una casa dominica. El prelado se quejó al Consejo de que fray Felices (Félix Franchiote), religioso de la orden de Santo Domingo, predicaba la indulgencia plenaria en la ermita de San Juan, sin tener autoridad para ello, al tiempo que le acusaba de acoger a frailes apóstatas. Por su parte, el fraile alegaba que era miembro de San Juan de Letrán en Roma, en donde hacia 1465 había obtenido la licencia para la fundación de un convento en unos solares que poseía en San Felices. Con el tiempo la fundación cuajó y dio origen al convento de predicadores que hasta el siglo XIX se mantuvo en esta villa[32].

En la propia ciudad, inserto en la lucha de bandos, Diego de Muros se alió con los Pacheco. El prior, provincial y frailes del monasterio dominico de Ciudad Rodrigo solicitaron el seguro y amparo de los reyes, temerosos del obispo y de Pacheco e de sus omes e criados e parientes e paniaguados e de otros caballeros[33]. Tenían razón los dominicos en guardarse. Fray Bartolomé, con ayuda del obispo y otros caballeros entraron en el monasterio y lo ocuparon por la fuerza con gente armada, al tiempo que echaron de la casa al prior y los frailes. Ante este asalto, los Reyes comisionaron al licenciado de Palacios Rubios para que hiciera una pesquisa. La investigación terminó con la orden de detener a Alonso Lopes, escudero de Juan Pacheco, a Pareja, criado del comendador Pacheco Herrera, a Alonso de Sailices, criado del obispo y a otras cuatro personas[34].

           

Problemas en el señorío episcopal

             El prelado mantuvo también serias diferencias con las villas y vasallos de su señorío episcopal, especialmente en el Abadengo. Diego de Muros debió quejarse a los Reyes en cuestiones relativas al gobierno de las villas episcopales de Hinojosa de Duero, Lumbrales y Fregeneda. Por eso, el Consejo ordenó a estos concejos que cumplieran con las leyes generales dictadas por los Reyes sobre el gobierno interior de las ciudades[35]. En la base de esta polémica debían estar las pretensiones del obispo a nombrar los alcaldes ordinarios anuales. En verdad, las tensiones entre el señor y sus vasallos venían de tiempo atrás. Ya hacia 1440 se habían registrado sonadas actuaciones contra los intereses del obispo, a la sazón don Alfonso, que habían terminado con la deposición de los alcaldes y el asalto al castillo de la Hinojosa[36]. Incluso, años después, durante el reinado de Enrique IV y del pontificado del obispo Alfonso de Paradinas, debieron reavivarse las diferencias entre los vasallos y el señorío episcopal. Por eso, no debe resultar extraño, y más ante el temperamento de Diego de Muros, que las tensiones entre las villas y el obispo, desmbocaran en un pleito y que llevara también a la intervención de los Reyes Católicos. Tres eran, básicamente, los problemas que enfrentaban a las villas y a la mitra. Esta debió ocupar la dehesa concejil de Navalcodonal (que había pasado a manos del concejo en tiempos de Juan II); por otro lado, el obispo había nombrado alcaldes ordinarios anuales, lo que iba contra la costumbre de la villa y, por último, pretendía cobrar tributos a los vasallos de Lumbrales para reparar el castillo episcopal de la Hinojosa; es más, el corregidor Martín de Portillo había llevado presos a Ciudad Rodrigo a quienes incumplían dicho mandato. Estas presiones señoriales eran contestadas por los vecinos de Lumbrales, los cuales argumentaban que de seguir así la situación, el lugar se despoblaría[37].

Diego de Muros, junto con el alcaide de la Hinojosa, también pretendía que los vecinos de Lumbrales tuvieran la obligación de utilizar una barca, propiedad del prelado y situada a cuatro leguas de la villa para pasar a Portugal. Los vecinos debieron quejarse a los Reyes y éstos extendieron una orden el 28 de febrero de 1489, que les liberaba de la obligación de utilizar la del obispo[38]. Precisamente en Lumbrales tuvo lugar un alboroto o tumulto contra el alcaide, Diego de Briviesca, y contra el alcalde y justicia mayor de los lugares del Abadengo (nombrados por el obispo), al querer prender a un vecino por haber quebrantado cierto destierro[39].

Enfrentamientos con los vecinos de Sobradillo y Boada

            Los problemas en el Abadengo no fueron sólo estos. En 1488 los Reyes dan otra carta de seguro a favor del vecino de la villa de Sobradillo, Pero Sánchez, escribano de profesión, que recelaba del obispo de Ciudad Rodrigo y de su alcaide de la Hinojosa[40].

            Diego de Muros debió intensificar la política fiscal de recepción de tributos, lo que llevó al sexmero Antón Sánchez, vecino de Boada, y a otros sexmeros de Ciudad Rodrigo, a pedir la intervención real, para que el obispo no les cobrara más impuestos que los acostumbrados en tiempos de los anteriores prelados[41].

El tumulto de 1489

            Este año, 1489, fue, como estamos viendo, uno de los más accidentados durante el pontificado civitatense de Diego de Muros. Las pocas simpatías al obispo por algunas personas y caballeros de la ciudad parece que encontraron cauce con la renovación del cargo de corregidor a Pedro de Mazuelo. Este nombramiento encuentra la oposición del regimiento, que se niega a jurarle en el cargo. La causa parece estar en ciertas fechorías y desmanes que el corregidor había cometido en su mandato anterior. Los Reyes ordenan a la ciudad que le den la posesión, amenazando a los regidores con la pérdida de sus oficios y la confiscación de sus bienes. La ciudad contestó con un memorial de agravios, donde se explicaban las razones, entre otras que estaba excomulgado por el Vicario del Arzobispo de Santiago, que había amenazado con destruir la ciudad entera y que había irrumpido en la catedral impidiendo los divinos oficios[42].

            Es posible que la entrada del corregidor Mazuelo en la catedral tenga que ver con las disputas que el deán y el cabildo mantenían con Diego de Muros. El corregidor, espada en mano, proclamó en nombre de Dios “que no iba a permitir que nadie intentara herirle ni matarle, ni hacerle ningún mal, ni a él ni al obispo”. En el memorial se recogía que Mazuelo estaba “muy liado y confederado con el obispo de la ciudad, e faze lo que le manda, assi contra clerigos commo contra legos”.

            El intento de prorrogar el mandato al corregidor generó un levantamiento popular. A toque de campana se concentró una multitud de vecinos y se produjo un gran alboroto contra Mazuelo y el obispo “ a fin de los ferir e matar”.

            No acabó aquí la oposición al prelado de una buena parte del regimiento. Diego de Muros se enfrentó también a los Águila y a los Silva por la prisión que hizo el alcalde de la Hermandad de dos escuderos del obispo. El de Muros amenazó con la excomunión a los regidores si no soltaban a los apresados[43].

Expulsión de los judíos

            Durante su pontificado tuvo lugar la expulsión de los judíos que, en Ciudad Rodrigo, debían ser una comunidad bien representada, en torno al 9 % de la población[44]. El mismo año de la expulsión, 1492, los Reyes dieron una carta de amparo a favor de todos los judíos que desde Portugal quisieran retornar a Castilla por Badajoz, Ciudad Rodrigo y Zamora, para convertirse en cristianos, y se señalaba que a su bautismo asistiera el obispo o su provisor[45]. En diciembre debieron entrar por la frontera de Ciudad Rodrigo, para tornarse cristianos, unas cincuenta personas. Casi con toda seguridad, don Diego no pudo asistir a ninguno de estos bautismos, pues, apenas pasado un mes desde que los Reyes expidieran la carta de amparo en Barcelona, el prelado, bastante enfermo, moría el 9 de diciembre.

Testamento y muerte

            Encontrándose muy enfermo, Diego de Muros dictó testamento el 8 de diciembre de 1492, asistido por Fernán Álvarez de la Reina, médico en Salamanca, y delante de Bartolomé Martín, capellán de la catedral y Pedro de Udeza, en calidad de notarios apostólicos. Actuaron como testigos el canónigo Bartolomé Sánchez y el beneficiado Andrés de Valladolid. El obispo nombraba albacea y heredero universal de todos sus bienes a Pedro Patiño, canónigo en Ciudad Rodrigo[46].

            Diego de Muros debió morir al día siguiente, 9 de diciembre, pues el 23 de enero de 1493 se preconiza desde Roma al maestrescuela de Sigüenza, don Juan de Ortega, como obispo de Ciudad Rodrigo. Fue enterrado en la capilla mayor, al lado de la epístola [47].

 

José Ignacio Martín Benito

Publicado en “Episcopologio civitatense. Diego de Muros (1487-1492)”. Ciudad Rodrigo. Carnaval 2002, nº 23, pp. 323-334.

[1] D. Mateo define los años de Diego de Muros en Ciudad Rodrigo como un “tranquilo y pacífico pontificado”; véase La Catedral y la Ciudad. Salamanca, 1935, vol. I, p. 270-271.

[2] M. RISCO: España Sagrada. Tomo XXXVIIII. Asturias, pp. 89 y ss. Edición facsímil de la edición de 1795. Gijón, 1986.

[3] M. RISCO, Op. cit.

[4] Diego de Muros, obispo de Tuy, maestro de Capilla Real, para cubrir la vacante dejada por fallecimiento del licenciado Esteban Rodríguez de Muros, su padre. Registro General del Sello, 23-IV-1475, fol. 24, citado por Mª A. VARONA GARCÍA, La Chancillería de Valladolid en el reinado de los Reyes Católicos. Valladolid, 1981, pág. 56, nota 8.

[5] A. LOPEZ FERREIRO: Historia de la Santa A.M. Iglesia de Santiago de Compostela. Tomo VII, 1905, pp. 277-279 y Apéndice nº XXXIX.

[6] F. PRUDENCIO DE SANDOVAL: Antigüedad de la ciudad y Iglesia Cathedral de Tuy, y de los Obispos que se save aya avido en ella. Braga, 1610. Edición facsímil Ediciones El Albir, 1974.

[7] G. GONZÁLEZ DÁVILA: Theatro eclesiástico de la iglesia de Ciudad Rodrigo. Facsímil de la edición de 1618. Centro de Estudios Mirobrigenses, 2001, pp. 25-26.

[8] A. SÁNCHEZ CABAÑAS: Historia civitatense. Estudio introductorio y edición de Ángel Barrios García e Iñaki Martín Viso. Ed. Diócesis de Ciudad Rodrigo, 2001, pág. 272.

[9] Las constituciones sinodales constaron de 57 títulos. G. Vázquez NÚÑEZ: Don Diego de Muros, obispo de Tuy y de Ciudad Rodrigo de la orden de la Merced (1405?-1492). Madrid, 1919. Imprenta de Juan Pueyo, pp. 52-53 y 71-77. Otros estudios sobre el obispo Muros son los de A. GONZÁLEZ SANTIAGO: Los obispos de Tui y sus armas. Heráldica eclesiástica. Tui, 1994. Excma. Diputación de Pontevedra, pp. 67-68; P. MÉNDEZ CRUCES: “Heráldica episcopal tudense”. Tui. Museo y Archivo Histórico Diocesano. Tui 1998, Tomo VIII, pág. 176; R. RODRÍGUEZ OTERO: “Diego de Muros, mente renacentista en mundo feudal”. Tui. Museo y Archivo Histórico Diocesano. Tui, 1998. Tomo VIII, pp. 283-286.

[10] G. VÁZQUEZ NÚÑEZ, Op. cit. pp. 52 y 53.

[11] Ibidem, pág. 86.

[12] Sobre este prelado véase D. MANSILLA REOYO, “Don Alfonso de Paradinas, Obispo de Ciudad Rodrigo (1469-1485)”. Scripta Theologica, Universidad de Navarra, vol. XVI/ 1-2. pp. 359- 394.

[13] A.G.S. Registro General del Sello. 24 de diciembre de 1485. Alcalá de Henares, fol. 56. Pedro Beltrán era capellán real. En 1480 había sido propuesto junto a otros capellanes –Diego de Arévalo, Diego de Alderete y Francisco del Águila, para las primeras vacantes que se produjeran en ciertos beneficios de varios arzobispados y obispados, entre ellos el de Ciudad Rodrigo. A.G.S. Registro General del Sello. 7 de agosto de 1480. Casarrubias, fol. 8.

[14] G. VÁZQUEZ NÚÑEZ, Op. cit., pp. 91-93.

[15] Ello fue acompañado de un Breve especial, ordenando que las bulas a favor de don Pedro Beltrán fueran despachadas gratis, pues el mallorquín ya había satisfecho los derechos de Ciudad Rodrigo, que ascendían a 410 florines. G. VÁZQUEZ NÚÑEZ, Op. cit., pp. 92-93. Al poco tiempo, el Consejo comisionaba a los alcaldes mayores de Galicia para que Guillén Beltrán, deán de Santiago, y hermano del obispo de Tuy, devolviera las rentas que tomó en nombre de su hermano Pedro a Don Diego de Muros, nuevo obispo de Ciudad Rodrigo y con anterioridad titular de la sede tudense. Archivo General de Simancas. Registro General del Sello, 12 de septiembre de 1487.

[16] A. SÁNCHEZ CABAÑAS: Op. cit. pág. 273, que da la fecha, sin embargo, de 1490.

[17] Sobre este prelado véase nuestro trabajo “Episcopologio civitatense. D. Martín de Salvatierra (1591-1604)”. Ciudad Rodrigo. Carnaval 99, pp. 183-190

[18] Constituciones synodales del obispado de Ciudad Rodrigo con algunos decretos del sannto Concilio de Trento y motus propios de los summos pontifices, hechas y ordenadas por don Martín de Salvatierra, obispo del dicho obispado, del Consejo Real del Rey nuestro señor, en 19 de abril de 1592. Salamanca, 1595, Pedro de Adurça, impresor, pp. 162 a 165. Se conserva un ejemplar del Sínodo de Salvatierra en el Archivo diocesano de Ciudad Rodrigo, entre los libros procedentes de la parroquial de Lumbrales. Hay otro ejemplar en la biblioteca del Seminario. A. García y García cita otros tres ejemplares impresos: uno en la Biblioteca Nacional de Madrid (R/26429); otro en la Biblioteca de Palacio de Madrid y un tercer ejemplar en la Colección Sinodal “Lamberto de Echeverría” de la Universidad Pontificia de Salamanca. A este respecto véase Synodicon Hispanum. IV. Ciudad Rodrigo, Salamanca y Zamora. B.A.C. Madrid, 1987, pág. 7.

[19] Archivo General de Simancas. Registro General del Sello, 12 de enero de 1488. Zaragoza. Fol. 58.

[20] J. A. GAYA NUÑO, Fernando Gallego. Madrid, 1958, pp. 22-38.

[21] Debe ser Alfonso Gómez de Paradinas, canónigo y sobrino del obispo difunto Alfonso de Paradinas. Precisamente a Alfonso Gómez facultan los Reyes para que pueda cobrar las rentas y los maravedíes debidos al obispo Paradinas. Archivo General de Simancas. Registro General del Sello, 18 y 27 de marzo de 1486, fols. 160 y 187.

[22] La noticia la da Sánchez Cabañas, Op. cit., pág. 138. El retablo fue retirado en el siglo XVIII para colocar el retablo de plata y vendido en 1877 durante el pontificado del administrador salmanticense Martínez Izquierdo por 30.000 reales y con aprobación del Cabildo. Sobre el “calvario” del retablo de Gallego véase: M. HERNÁNDEZ VEGAS, La Catedral y la Ciudad. Vol. I, pp. 247-252. De España fueron las tablas a la colección de Sir Herbert Cook en Richmond (Inglaterra); sacadas a finales de la década de los cincuenta al mercado internacional de arte, fueron adquiridas por la fundación Samuel H. Kress, la cual las donó a la Universidad de Arizona, en donde fueron exhibidas por primera vez en 1960. Hoy están expuestas en el Tucson Museum of Art (Arizona, USA).

[23] A. SÁNCHEZ CABAÑAS: Op. cit. pág. 273. De ésta se hace también eco, al estudiar el palacio episcopal, J. R. NIETO GONZÁLEZ: Ciudad Rodrigo. Análisis del patrimonio artístico. Salamanca, 1998, pp. 169-170.

[24] J. I. MARTÍN BENITO, “Bandos nobiliarios en Ciudad Rodrigo: Águilas contra Pachecos”. Ciudad Rodrigo. Carnaval 97, del 7 al 11 de febrero. Salamanca, pp. 222-226.

[25] J. I. MARTÍN BENITO y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, “Lucha de bandos y beneficios eclesiásticos en los encastillamientos de Ciudad Rodrigo (1475-1520)”. Studia Historica. Historia Medieval, Vol.17, 1999, pp. 263-293.

[26] A.G.S. Registro General del Sello. 10 de enero de 1489. Valladolid, fol. 339.

[27] Sobre todo esto J. I. MARTÍN BENITO y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Op. cit.

[28] La concordia se firmó el 1 de marzo de 1489 en Medina del Campo. Archivo Catedralicio de Ciudad Rodrigo. Carp. 1/6. Traslado en pergamino (27 de septiembre de 1527).

[29] A.G.S. Registro General del Sello. 3 de marzo de 1490. Sevilla, fol. 45.

[30] Una información más detallada en Véase J. I. MARTIN BENITO y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Op. cit., pp. 268-271.

[31] A.G.S. Registro General del Sello. 1489, fol. 8. 11 de noviembre de 1492. Úbeda.

[32] A.G.S. Registro General del Sello. 9 de noviembre de 1492. Olmedo. Véase también G. TORIBIO DE DIOS, Historia de la villa de San Felices de los Gallegos. Valladolid, 1940, pp. 109-110.

[33] A.G.S. Registro General del Sello. 20 de marzo de 1492. Santa Fe. Fol. 151.

[34] A.G.S. Registro General del Sello. 1º de junio de 1492. Véase J. I. MARTIN BENITO y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Op. cit., pp. 272-274.

[35] A.G.S. Registro General del Sello, 7 de enero de 1489. Valladolid, fol. 66

[36] A. BARRIOS GARCÍA; J. Mª MONSALVO ANTÓN Y G. DEL SER QUIJANO, Documentación medieval del archivo municipal de Ciudad Rodrigo. Documentos núms. 284-285, pp. 321-333.

[37]  Archivo Municipal de Lumbrales. Pleito del obispo de Ciudad Rodrigo y la villa de Lumbrales (1490). Agradezco al Dr. D. Ángel Barrios García esta información. También en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, se conservan algunas ejecutorias referentes a las relaciones del obispo Muros con sus vasallos de Lumbrales, tanto en lo referente a la devolución de la dehesa [(5 de agosto de 1490) (Legajo 15, caja 0030-0036)] como a los excesos y agravios cometidos por el obispo contra algunos vecinos de la villa [7 de junio de 1492) (Legajo 23, caja 0046-0019)].

[38] A.G.S. Registro General del Sello. 28 de febrero de 1489. Medina del Campo. Recoge también la reseña del documento A. DE LA TORRE y L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Documentos referentes a las relaciones con Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos. Vol. II. Valladolid, 1960, núm. 399, pág. 348.

[39] A.G.S. Registro General del Sello. 10 de septiembre de 1492. Fol. 253.

[40] A.G.S. Registro General del Sello. 30 … embre de 1488. Fol. 224.

[41] A.G.S. Registro General del Sello.  27 de marzo de 1489. Medina del Campo. Fol. 279.

[42] Todo ello en A. BERNAL ESTÉVEZ, “La revuelta de 1489”. La Voz de Miróbriga, nº 1.509, 5 de julio de 1981. Alguna referencia se encuentra también en el libro de este mismo autor El concejo de Ciudad Rodrigo y su tierra durante el siglo XV. Salamanca, 1989, pp. 261-262.

[43] A.G.S. Registro General del Sello, 9 de marzo de 1491. Sevilla, fol. 537. Véase J. I. MARTIN BENITO y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Op. cit., Pág. 276.

[44] Sobre esta minoría, véase Mª F. GARCÍA CASAR, Fontes Iudaeorum regni Castellae. VI. El pasado judío de Ciudad Rodrigo. Salamanca, 1992.

[45] A.G.S. Registro General del Sello, 10 de noviembre de 1492, Barcelona, fol. 40.

[46] Heredero de Diego de Muros, los reyes dieron una carta en abril de 1493 para que Patiño gozara los 108.000 mrs. de por vida, que se habían dado a Diego de Muros, por seis años y medio. A.G.S. Registro General del Sello, 27 de abril de 1493. Barcelona, fol. 237.

[47] Todo ello en  G. VÁZQUEZ NÚÑEZ, Op. cit., pp. 102-105.

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