Croniquillas y necrologios de la Guerra Civil (20)

centrode agosto 29, 2016 0
Croniquillas y necrologios de la Guerra Civil (20)

La segunda tanda de asesinados de Robleda

 

Ángel Iglesias Ovejero

 

(Esta croniquilla está dedicada, en primer lugar, a Victoria Viñuela Valiente, que, haciendo honor a su segundo apellido, fue una informante leal y generosa, sin que fueran obstáculo para ello los antecedentes derechistas de su familia y sus profundas convicciones religiosas. Gracias a Victoria estas investigaciones dieron con el hilo que conducía a la implicación de los jefes y oficiales militares en la represión de Robleda y, en general, de la cabecera y de toda la comarca de Ciudad Rodrigo.

En segundo lugar, renovamos nuestro agradecimiento a la prensa digital y la web del CEM y de Farinatos por la Memoria, que publican nuestras croniquillas y necrologios. Al parecer, esto no es del agrado de algunos lectores del “periódico más leído de la provincia”, aunque no el más enterado, pues, al cabo de un mes de su presentación, todavía no ha informado de la publicación de La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948), aunque algún corresponsal suyo estaba en Ciudad Rodrigo el pasado día 23 de julio.

Paradójicamente, este silencio o aparente ninguneo casi se podría tomar por un elogio implícito del estudio, dado que tal periódico, a juzgar por el dicho heredado de un titular homónimo (“miente más que…”) sólo publicaría mentiras, lo cual obviamente es imposible. Una prueba suplementaria de esto último estaría precisamente en la publicación de nuestros relatos. Además, así esos lectores o redactores que son adversarios recalcitrantes de la memoria histórica, sin salir de su espacio natural, podrían tratar de desacreditar o dificultar el reconocimiento debido a las víctimas del Franquismo de la zona mirobrigense con el peregrino y manoseado “argumento” de que en la zona republicana (de la que nunca formó la provincia de Salamanca) también hubo víctimas, cosa que, por otro lado, ningún historiador ha negado y la propaganda nacional-católica no ha hecho más que airear desde hace ochenta años).

Entre el día  24 y el 31 de agosto fueron detenidos y asesinados varios vecinos de Robleda, que, al igual que los eliminados en septiembre, formarían parte de las víctimas previstas en la intervención militar del día 13 anterior (croniquilla), seguramente corregida y aumentada, al hacerse extensiva a los miembros y allegados de algunas familias.

El día 24 de agosto fueron detenidos tres vecinos de Robleda. Dos de ellos fueron fusilados la noche siguiente en “La Puentita” del puerto de Perales, a la derecha de la carretera a Cáceres, término de Gata, en cuyo cementerio fueron enterrados sus cadáveres en la misma fosa. Por el testimonio recibido (y compartido por otros familiares de las víctimas) de Enrique Villoria Esteban (“el Veterinario”), se sabe que éste condujo el coche del médico Víctor Viñuela en que iban los dos prisioneros maniatados.

José Mateos (Benito) García, de 34 años, hijo de Faustino Benito (Mateos), casado con Mª Antonia, hermana de Ángel, Juan y Julián Ovejero García; dejó tres hijos menores, a los que se añadió  una hija póstuma en 1937. Fue detenido en el paraje de El Batán en presencia de su esposa y dos hijos pequeños, custodiado en el cuartel de los falangistas locales, dos de los cuales recibieron y cumplieron la orden del jefe Julio del Corral para ejecutarlo, así como a Juan Mateos (C.728/37). Su defunción (“con motivo de la Guerra Civil Española”) se inscribió 44 años más tarde (07/02/1980). Sin este requisito, su esposa había contraído segundas nupcias en 1941 con Juan Iglesias Muñoz (ver detalles en Iglesias 2016: cap. I).

Juan Mateos Carballo, de 43 años, hijo de Francisco y María, labrador, casado con María Mateos Mateos, de cuyo matrimonio le quedaban cuatro hijos; hermano de otros dos asesinados, llamados José (infra) y Fermín, alcalde (necrologio de la 3ª tanda). Los tres a su vez eran primos carnales de los hermanos Esteban, Tiburcio y Sebastián Mateos Mateos, ya eliminados los dos primeros y poco después el tercero (Iglesias 2008a: 167-170). Según el acta de defunción (20/04/41), falleció en “el término municipal de Gata (Cáceres) el 24 de agosto de 1936”, “según noticias”, a consecuencia de “heridas por arma de fuego”, y fue enterrado en el cementerio de dicho pueblo. Según la tradición familiar y local, estuvo escondido en las afueras del pueblo, pero, después de que los captores presionaran a su familia, amedrentando a sus hijos, torturando a uno de ellos y prendiendo fuego a enseres de la casa, fue detenido en ésta, después de renunciar a una posible fuga a instancias de su esposa, que fue engañada con el señuelo habitual de que no le “pasaría nada”. Antes de ser fusilado, los ejecutores practicaron actos de barbarie con su víctima, por haberse lanzado contra ellos con los dientes.

También el 24 de agosto los represores metieron en la cárcel de Ciudad Rodrigo a Segundo Mateos Baz, asesinado el 5 de septiembre a su salida de prisión (necrologio de la 3ª tanda, 6 de septiembre).

José Mateos Carballo, de 49 años, hijo de Francisco y de María, y en consecuencia hermano de Fermín y Juan Mateos Carballo, jornalero o labrador, multado, viudo de María Carballo Mateos, de cuyo matrimonio dejaba tres huérfanos, uno de ellos muerto durante la guerra en Valladolid, “de enfermedad de los bronquios”, aunque están por investigar las circunstancias exactas. Fue detenido y sacado de su casa en la madrugada de un día ignorado de finales de agosto o principio de septiembre. No se tienen datos seguros sobre el lugar de su ejecución extrajudicial, que pudo ser en Los Carvajales, o con Juan Collado o Segundo Mateos, y en este supuesto lo habrían llevado para Ciudad Rodrigo antes del 24 de agosto, o quizás en Villasbuenas de Gata (Cáceres) en septiembre de 1936, según rumores (R 1973), aunque según información de tio Jesús “Palera”, vecino de Robleda que había sido guardia civil, lo habrían llevado a Villamiel (Cáceres), donde sus restos se hallarían en una cantera donde yacían los de numerosas víctimas (R 2011). Se cita entre los “desparecidos” del informe de Eugenio Pedraza (C.728/37) y en la declaración de Laureano Enrique (21/06/38) se da por “desaparecido”, después del pago de una multa (C.2133/38).

30 de agosto. José Manuel Sánchez Sánchez, natural de Boada, de 25 años de edad, hijo de Florián y de Catalina, carretero, domiciliado en Robleda, casado con Felicidad Martín Tovar (nat. Navasfrías); dejaba una hija pequeña. Según el registro civil de El Bodón, falleció en “despoblado”, a consecuencia de “disparo de arma de fuego” y fue enterrado en el cementerio de la localidad (act. def. 31/08/36). Los testimonios de Robleda no hablan de esta víctima, aunque era conocida en el pueblo, quizá porque antes estaba domiciliado en Fuenteguinaldo. Según los testimonios guinaldeses (FG 2005 y FG 2007), José Manuel tenía familia en este pueblo, pero al casarse se instaló en Robleda, adonde lo fue a buscar en su coche el jefe de Falange de Casillas de Flores, acompañado del montaraz de Villar de Flores (El Payo), para eliminarlo cerca de Vadocarros (Iglesias 2008a y 2009).

Hoy se conoce un poco mejor la biografía de esta víctima, gracias al testimonio de su hija Manuela. José Manuel nació en Boada, de donde eran naturales su padre y antepasados paternos. La madre nació en Ravida, bautizada en Pedro Toro. Un bisabuelo estuvo de encargado en la finca de La Caridad, con poderes de Luís Aparicio para que lo representara. Al casarse los padres de J. Manuel, se fueron a vivir a Fuenteguinaldo, habiendo estado antes o después en Francia y en Cuba. Aprendió con su padre el oficio de carretero, como su hermano Emilio, que se establecería en Robleda. J. Manuel Sánchez trabajaba con los Repilas en Ciudad Rodrigo, mal vistos por los fascistas mirobrigenses, que asesinarían a uno de ellos, y uno de cuyos enemigos declarados era un guardia de Seguridad, Hipólito Corral Rodríguez, natural de Boada, como José Manuel Sánchez (Proc.139/37). Los ejecutores fueron falangistas de Ciudad Rodrigo, uno de los “Cencerreros” y otro un herrero de San Cristóbal, quienes también intervinieron en los trasiegos macabros. El aludido victimario de Casillas de Flores anteriormente habría tratado de que la futura víctima le ayudara en sus actuaciones criminales, a lo que José Manuel se negó. Por ello se la tendría jurada, sacándolo para el matadero, en lo que tal vez lo acompañara sin intervenir el “Montaraz del Villar”. Lo dejaron tirado en una cuneta cerca de El Collado de Malvarín. Según rumores, cuando los victimarios se presentaron en el bar de Protasio Ramajo (que sería represaliado), en El Bodón, el tal jefezuelo falangista se jactaba de que “había caído el nº 31”, una presumible fanfarronada. Enterado el médico de este pueblo, Alfredo Encinas, que conocía a la familia de José Manuel, hizo las gestiones oportunas para que hubiera acta de defunción con su nombre y apellidos. La propia Manuela un día increparía a voz en grito en la iglesia al asesino de su padre.

31 de agosto: Desconocido, cuya muerte se registró en El Bodón, “de 30 á 35 años” de edad, que “vestía con chaqueta de dril obscura, pantalón de pana y abarcas de goma y calcetines de lana”, fallecido en “despoblado”, a consecuencia de “disparos de arma de fuego” y enterrado en el cementerio municipal (act. def. 02/09/1936). Según los testimonios familiares, la víctima era  Ángel Ovejero García,  de 26 años, hijo de Serafín y Claudia, jornalero, soltero. Fue detenido cuando fracasó la caza inicial de su hermano Julián el día 13 de agosto y éste quedó emboscado. También fueron detenidos su padre (Serafín) y un cuñado, Rafael Samaniego (“el Churrín”). Estos últimos fueron soltados poco después, pero los facistas  “achacinaron” a Ángel en los aledaños de Vadocarros, a pesar de que tenía fama de “bueno”. Su hermana Mª Antonia oyó los disparos en Sageras, adonde, ya viuda, había ido a pedir ayuda para su hermano Julián a los dueños de aquella dehesa, en la que cuidaba ganado su hermano mayor, Jesús. Mª Antonia no debió de asistir a la detención de Ángel, pero sabe que dejó en la cárcel las prendas de algún valor que portaba (botas y sombrero) y siempre afirmó que fue sacrificado en una cuneta de la carretera a Ciudad Rodrigo, junto a una pared cercana a la actual salida para la presa de Irueña que da acceso al pueblo de El Sahugo.

 

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